UN TRABAJADOR PARA DIOS
Pienso en mi mismo, como un trabajador para Dios.
Mi trabajo me da, una oportunidad excelente
para expresar los talentos y habilidades
que Dios ha puesto dentro de mí.
Bendigo cada tárea, que debo realizar hoy.
Yo sé que por el poder de Dios en mí,
tengo la vitalidad y sabiduría,
para la perfecta realización.
Cada día de trabajo, es una oportunidad para servir.
Coopero con los que dependen
de la contribución de mis talentos
y hablo bien de ellos.
Mi trabajo es expresión
de amor y de aprecio.
Busco constántemente nuevas maneras
para mejorar la calidad de mi trabajo
y una mayor eficiencia al manejarlo.
Porque estoy agradecido por cada oportunidad
de expresar el bien de Dios en mí.
Soy bendecido con el gozo de la realización
y un coompensador sentido de satisfacción,
cuando termina el día.
Trabajo con Dios y para Dios.
Cada día de trabajo, se vuelve una aventura de vida.